Fonendos y Mazmorras

Donde la palabra es el viaje y el destino un misterio

Compartir no siempre es bueno

Posted by iggarate en 25 septiembre, 2010

Si hablamos de recetas, lo primero que hay que hacer es separarlas en dos tipos distintos: las que se pueden compartir y las que no. Las primeras son las que viste la semana pasada en el programa del Arguiñano y que probaste el domingocon un resultado pasable-alto (no entiendes por qué si has hecho todo igual que el amigo Argui). De las segundas… estas son más complicadas. Son esas recetas de la abuela, que no pueden salir de tu cocina porque entonces ya no serían tan exclusivas. Esas que llevan generaciones en la familia y que te hacen quedar bien cuando invitas a los amigos. Pero hay también otras que, aunque pertenecientes al segundo grupo, alegremente las incluimos en el primero: muchas son también de la abuela, sí, pero a ella se las ha dado el médico.

Que levante la mano todo aquel al que algún amigo/familiar/conocido le haya dicho alguna vez esa famosa frase: “pues para eso a mí el médico me dio …… y me fue genial. Prueba, ya verás”. Cada vez que alguien dice esa frase, Dios mata un gatito. El problema es que cuando se dicen muchas veces, a la larga, los que acaban estando en peligro, son los pacientes.

Pongamos un ejemplo. Imaginemos una mujer mayor, 65-70 años, con un problema cardiaco, a la que se le hinchan las piernas (edema por retención de líquidos). Va al médico, y este le receta un diurético, por ejemplo Hidroclorotiazida (para que todos nos entendamos, un diurético es un fármaco pa´mear). Seguramente, a esta buena señora el diurético le siente de maravilla y esas piernas se hinchen menos. Ahora bien, el problema llega cuando a su marido o a alguna de sus amigas, también se le hinchan las piernas. Entonces echémonos a temblar porque la señora, con toda su buena voluntad, le cuenta lo maravillosa que es la pastillita que le ha dado su médico y lo bien que tiene ahora las piernas. Y en claro refuerzo de su aseveración, se sube la falda y enseña unas piernas que podrán tener de todo, pero de hinchadas nada.

El nuevo “paciente” tiene dos opciones. Acudir a su médico y comentárselo, a ver qué opina (opción correcta), o hacer caso del consejo de la amiga (opción INcorrecta). Desgraciadamente, la farmacia queda más cerca que el centro de salud. Así que la señora o señor, se toma la pastillita de las piernas, y espera con ilusión que se le baje la hinchazón. Pero resulta que lo que esta persona tenía no era un problema del corazón, como su amiga, si no un problema del riñón. Pues ya la hemos liado, porque la misma pastillita que a la otra mujer le ha solucionado el problema, a esta persona puede terminar de estropearle el riñón y causarle una intoxicación. Y cuando vaya al hospital, a ver quién es el guapo que sabe a qué se debe, porque esa pastillita no estaba en su historia clínica, porque el médico no se la recetó.

Pero, y siendo exageradamente positivos, lo “bueno” del caso anterior, o lo menos malo más exactamente, es que solo afecta a una persona, que es la que se ha tomado la pastillita. El caso más grave, a largo plazo, es el de la recomendación de antibioterapia. Los antibióticos NO  se comparten, nunca, caca.

Un antibiótico es un fármaco que sirve para luchar contra las infecciones por bacterias (para hongos antifúngicos, y para algunos virus antirretrovirales). Y cada bacteria tiene su antibiótico, que acaba con ella para que deje de dar por saco en nuestro organismo. Puede que a alguno de vosotros os haya pasado, ir al médico “por el mismo dolor de garganta de la última vez”, y que la primera os diesen un antibiótico y la segunda otro distinto, o incluso que en algún caso no os diesen nada más que ibuprofeno. Eso se debe a que distintos microorganismos pueden causar enfermedades con síntomas similares, pero que en su tratamiento no se parecen en nada. Eso es algo que los médicos tienen muy presente, pero los pacientes no.

Cuando ocurre lo mismo que en el caso anterior, recomendación amiguítica del antibiótico, lo suyo sería que el problema acabase en la farmacia, porque los antibióticos necesitan receta médica para su compra. Al menos en teoría, ya que en algunas farmacias se saltan esto a la torera (yo personalmente les cerraba el negocio, por listos).

La persona que toma un antibiótico que no le ha recetado el médico, se expone a:

1. NO curarse de su enfermedad, porque al “bichito” no le hace nada el medicamento. Vamos, que le echas sal a la tortilla porque se te ha quemado. Ningún sentido.

2. Cuando, después de dos semanas de antibiótico sin curarse por fin va al médico, el microorganismo, que resulta que sí se moría con ese antibiótico, no solo no se ha muerto, sino que encima es resistente porque la dosis de antibiótico no era la adecuada. Y hay que empezar a utilizar otros fármacos menos efectivos para poder eliminarlo.

3. Se toma el antibiótico y, como era un virus que se iba a pasar en unos días sin tomar nada, se cura. Pero ese antibiótico ha ido matando otras bacterias propias de su organismo. Todas menos una, la resistente. Esa crece y se multiplica, porque ahora tiene todo el pastel para ella sola. Y entonces se desarrolla otra enfermedad. Una que, además, es resistente al tratamiento, igual que en el caso anterior.

Estos organismos resistentes, además de ser, hablando mal y pronto, una putada para quien los tiene, son un problema para el resto de la población. Porque lo que a los microorganismos les gusta es viajar y ver mundo, expandirse y conocer los interiores de otras personas. Que les gusta infectar vaya. Y ese organismo resistente irá infectando a gente. En ese momento tendremos ese microorganismo en unas personas y otro de la misma familia en otras. Pero no olvidemos que uno es resistente. Así que el que no lo es, cuando le den el tratamiento se morirá, y dejará de multiplicarse. Pero el otro no se morirá tan fácilmente y se irá multiplicando. Esto lleva a que, al final, el microorganismo resistente desplace al que no lo es y ocupe su lugar, lo que se traduce en: la misma enfermedad que antes (ni tan mal), pero ahora el tratamiento que antes la curaba ya no es efectivo (vaya, esto suena más a cagada y de las gordas). Y cuando el tratamiento de una enfermedad no es efectivo, uno de los posibles resultados es la muerte. Y como que a nadie le apetece.

Por eso, desde aquí os invito a ser educados y sinceros con quien, desde su buena voluntad pero del todo equivocados, os recomiende tomar alguna pastillita. Cuando os digan:

–  «Pues a mí el médico me dio…»

Podeis contestarles, cual Clark Gable:

–  «Francamente, querida, me importa un bledo.»

Pero como no todo es prohibir, os dejo aquí los dos únicos fármacos que sí os dejo recomendar a todos vuestros conocidos. De hecho, os invito a que lo hagáis, sobre todo en estos tiempos que corren:

Y recordad siempre que:

(De nuevo son recomendaciones generales, así que no hay bibliografía)

8 respuestas to “Compartir no siempre es bueno”

  1. Desde luego tampoco el gobierno hace demasiado para que las cosas sean muy diferentes. Resulta que lanzaron una campaña publicitaria en la que con ejemplos cotidianos intentaban concienciar de no hacer recomendaciones baratas. Pero más tarde decidieron (por ejemplo) permitir el uso ‘libre’ de la píldora del día después, aunque pueda haber justificación médica no deja de ser al menos contradictorio.
    Buena idea la de recalcar estos casos.
    Un saludo.

    • iggarate said

      El problema es que no es fácil controlar todo eso, por eso la existencia de recetas. Es la barrera para evitar que cualquiera se automedique. Quizás sí que haría falta algún anuncio más, en plan DGT, que impactan y te queda el mensaje claro.
      LO de la píldora del día después… eso daría para otra entrada. A mi no me parece nada bien que alguien pueda tomarse la pastilla y eso no aparezca en la historia médica, ya que en el futuro puede ser bastante relevante. Además, creo que valdría más primero invertir en educación sexual y luego ya poner otras medidas, como facilitar la píldora.

  2. […] Compartir no siempre es bueno fonendosymazmorras.wordpress.com/2010/09/25/compartir-no-…  por Emtochka hace 2 segundos […]

  3. Ithil said

    Eso esta bien para enfermedades graves y medicamentos con receta, pero para afecciones leves y medicamentos sin receta yo pienso que es exagerado, pero de todas maneras no está demás leer los prospectos.

    • iggarate said

      Tienes razón en que es especialmente importante para enfermedades graves, pero te sorprendería la tontería que puede dar lugar a un problema más serio. Imagina por ejemplo una persona que padece del corazón, con un simple dolor de cabeza. Se podría tomar un paracetamol, pero el ibuprofeno podría darle problemas cardiacos. Y es posible que por uno no pase nada. Pero ahora cambia el dolor de cabeza por un dolor de espalda, que es bastante común. Le duele todos los días, pero no tiene nada. Es difícil de controlar. Y un amigo le dice que a él le funcionó el ibuprofeno. Con enfermedades menos graves, puede dar lugar a un problema mayor. Y la situación pluripatológica de las personas de más edad las hacen más susceptibles a estos problemas.
      Con respecto al prospecto, por supuesto que viene bien leerlo, yo no me tomo nada sin antes leerlo, aunque solo sea por si acaso.

  4. layla said

    El problema está cuando ni los propios médicos se aclaran.

    A mí me mandaron antibiótico durante dos semanas para una infección del riñón. A los diez días, tengo la garganta completamente cerrada y llena de puntos blancos. Voy al médico de nuevo y me dice que siga con el antibiótico (¿perdona, si llevo 10 días con antibiótico, será que no es bacteriano…). A los dos días empeoro de la garganta y vuelvo a ir, me dice que como llevo tanto tiempo con el antibiótico (me lo mandó usté, recuerda?), que serán hongos. Jarabe que te crió, para quitar los hongos de la boca…

    A los tres días sigo igual y me dice que es vírico, que deje el jarabe y que me espere unos días…

    Conclusión, que ya estoy bien, pero no por consejo profesional…

    • iggarate said

      Complicado, sin duda. Hay varias cosas a tener en cuenta. Por un lado, hay tratamientos antibióticos que requieren más de 10 días antibioterapia, así que el hecho de recomendar seguir con el tratamiento unos días más, en principio, no tiene por qué ser un error.
      Por otro lado, puede pasar que un tratamiento antibiótico, además de acabar con la infección, acabe con flora endógena, propia de cada uno. Y los hongos aprovechan ahí para montar una fiesta. Puede ser un efecto secundario en un tratamiento correcto. Que después de darte antibióticos y antifúngicos te diga que es un virus… eso ya tiene algo más delito, no lo negamos.

      Uno de los problemas de la medicina es algo que he comentado en la entrada, que muchos microorganismos dan lugar a enfermedades similares y son difíciles de diferenciar. En Atención Primaria (y también en el resto de las especialidades en mayor o menor medida) hay una norma clara que dice que «lo más frecuente es lo más frecuente», así que ante síntomas frecuentes, se piensa en primer lugar en la causa más común y se trata como tal. A veces, las menos, se falla. Creo que en tu caso tuviste mala suerte.

      Y por último, hay algo que no podemos olvidar. En todas las profesiones se cometen errores y en todos los oficios hay gente que esta harta y quemada. En medicina es especialmente importante evitar estos dos factores, pero el mundo es grande y controlarlo todo, imposible.

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